Uchuraccay: un precedente en la cobertura del terrorismo

OPINIÓN
Mario Zenitagoya B.
Uchuraccay: un precedente en la cobertura del terrorismo
Ha transcurrido 40 años del caso Uchuraccay. El 26 de enero de 1983 (gobierno de Fernando Belaúnde) ocho periodistas de diferentes diarios del Perú fueron asesinados por los comuneros del poblado de Uchuraccay, ubicado en la provincia de Huanta (Ayacucho).
El caso marcó un precedente en la cobertura del terrorismo. En primer lugar, por la brutalidad que marcó el hecho, y, en segundo lugar, porque en ese omento empezaban a tomar conciencia del fenómeno terrorista y su repercusión en los diferentes estratos de la sociedad peruana.
El lenguaje visual digital de la fotografía periodística en la época del terrorismo en el Perú , etapa de horror y miedo, la fotografía periodística fue una herramienta importante para denunciar los crímenes de lesa humanidad y como documento gráfico para la construcción de la memoria histórica de la sociedad. Lo que sucedió con los periodistas en Uchuraccay antes de ser asesinados cruelmente quedaron para la posteridad fotografías de lo que fue el encuentro de los hombres de prensa con los dirigentes comunales, hechos que fueron luego plasmados en el Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Lo siguiente es un estrato de lo que menciona la CVR:
“En esos instantes se oyeron gritos de alarma: «Los terroristas están viniendo». 54 La casa de Fortunato Gavilán se hallaba justamente en dirección al camino por donde se aproximaba el grupo de periodistas. Salieron corriendo hacia la cumbre cerca de la cual los acorralaron, mientras otros comuneros llegaban desde los alrededores del pueblo. Otro grupo salió en persecución del guía, quien según lo acordado con los periodistas retornaba hacia Chacabamba luego de haberlos guiado hasta la cumbre de Wachwaqasa. Los campesinos portaban sus propios instrumentos de trabajo como armas de defensa: palos, hachas, piedras y lazos. Los periodistas asustados «no podían hablar» y no pudieron entablar diálogo con los campesinos. No fue un problema de idioma, porque entre los periodistas había tres quechuahablantes y entre los campesinos más de dos hispanohablantes.55 Según relató una comunera que observó los hechos, una de las autoridades que conversó con los periodistas fue el teniente gobernador Fortunato Gavilán”
“Los periodistas intentaron explicar que no eran terroristas, palabra que los uchuraccaínos habían escuchado sólo poco tiempo antes de boca de los sinchis, quienes les habían dicho que ellos vendrían siempre en helicóptero y uniformados, mientras que los extraños que vendrían por tierra eran los terroristas a quienes debían matar. Pero el diálogo fue imposible. Los periodistas buscaron la mediación de un joven de la comunidad, quien vestía ropa de ciudad y hablaba castellano, para que les hiciera comprender a los comuneros el motivo de su visita.57 Sin embargo, no fue posible. Al joven, que intentó mediar en el diálogo, una de las autoridades lo sacó a golpes acusándolo de apoyar a los forasteros. Frente a esa incapacidad de diálogo, los periodistas sugirieron a las autoridades los entregaran a la policía de Tambo. Sin embargo, cuando parecía haberse llegado a ese acuerdo, Silvio Chávez Soto, secretario de la comunidad, ordenó matarlos convencido de haber capturado a terroristas. Habrían participado en la mat
anza unas cuarenta personas, entre varones y mujeres, jóvenes y adultos, muchos de ellos bajo la presión de las autoridades. A quienes no lo hicieron, los buscaron casa por casa para que explicaran las razones de su ausencia. Por ejemplo, a uno de ellos lo acusaron de seguir colaborando con el PCP Sendero Luminoso, y casi lo matan. Otro, que se encontraba enfermo, tuvo que pagar su ausencia con alcohol.59 Sería esa la bebida que tomarían luego para enterrar los cadáveres y vigilar esa noche frente a cualquier eventualidad de ataque senderista. La matanza fue cruel y no duró más que treinta minutos. Esa misma noche mataron al guía Juan Argumedo y a Severino Huáscar Morales. A este último, por su vínculo con el PCP Sendero Luminoso, lo responsabilizaron por defender a los periodistas y al guía, acusándolo de haberlos traído en abierto desacato a las decisiones adoptadas por la comunidad: «tú también a dónde has ido. Tú también estás apareciendo por abajo y ellos por arriba, aquí se están encontrando. Acaso por
eso, ellos van a ser periodistas, no. Ellos son tus compinches terrucos, diciendo». Lo mataron cruelmente sin tomar en cuenta su situación familiar y a pesar de su condición de comunero: «dicen que lo golpeaban con piedras y palos como a cualquier animal, dicen que en eso sus ojos también ya han salido». Cuando agonizaba, arrastrado por la mula de Juan Argumedo a la cual fue amarrado, un comunero reclamó a los presentes: «cómo es posible que hacen sufrir de esta manera a su copoblano. (pp 132-133-134 IFCVR).
Testimonios de terror. No sé si es la palabra adecuada, lo cierto es que las voces de los periodistas en Uchuraccay son aquellas almas que piden justicia. Mucho se ha debatido y escrito. No hay una verdad absoluta. No dejemos que el tiempo lo cubra de olvido el ejemplo de estos mártires del periodismo.
Modificado por última vez en Viernes, 20/01/2023