políticos. Esta crisis mundial iba a desnudar las falencias de un estado, que hoy en plena pandemia, lo pone en evidencia terrorífica. En otras palabras, el estado rescató el sistema financiero por los temores profundos hacia los fantasmas del populismo, anarquismo y el comunismo. Tenía razón, más tarde, vino con arremetida el caso de George Floyd, el asalto al congreso de los EE.UU. y la lista sigue en Asia con el caso de China y esta parte de Latinoamérica.
¿En qué momento el estado dejo su labor de bienestar general para tornarse en un brazo largo del mercado y de las políticas neoliberales? Pareciera que esta mutación nefasta viene de hace décadas atrás, y hoy vemos, que con los estragos del covid se ha destapado el verdadero telón de esta tragedia mundial, todas sus taras y defectos. En el caso del estado peruano, lo primero que se desnudó fue el sistema sanitario, lo otro, una débil economía basado en los caprichos de la demanda mundial como es la exportación de minerales e hidrocarburos. Se añade a esta tragicomedia económica que el 70% del comercio es informal. En otras palabras, al estado nunca le interesó la cultura de la prevención y proyección en el sector sanitario, nunca le interesó diversificar la economía, ni tampoco facilitar la formalización de las pequeñas economías empresariales.
La presencia del covid terminó siendo una pesadilla para los ciegos e ilusos que creen aún en la doctrina de Hayek, porque se mostró hasta el cansancio las fauces avariciosas del libre mercado. El estado peruano se alucinaba empresario, gestor, autogestionable y toda esa parafernalia lingüística poco creíble. Además, el estado creció en poder, hasta el punto de jugar con el tiempo y poner en vilo a la población. A la población se le arrinconó, se le cerró la puerta, se le puso en cuarentena y se le administró a su antojo. Y en plena segunda ola, las elites políticas terminaron siendo lo más sórdido de la sociedad peruana. Este es el verdadero rostro del estado peruano, actuando de la mano con todas las normas neoliberales en materia económica, siguiendo recetas de apertura y su propia atomización. Y lo peor, una élite gubernamental, que con total desprecio a la población, se aseguraron como especie “indispensable”, vacunándose a priori, haciéndome recordar a los alucinados comportamientos de aquella República
Aristocrática peruana de fines del siglo XIX.
En líneas generales son estados que han dado la espalda al quid espiritual, a su razón de ser denominado el “bienestar general de los pueblos”. Este olvido, nos encontró sin más, sin camas, sin uci, sin personal sanitario, sin poder de decisión de las ugeles. Nos encontró desamparado, sin rostros. No eramos humanos.