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jueves, noviembre 30, 2023
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Elecciones democráticas | Opinión

Andrés Solari | Palabras de un mudo
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La celebración de un sufragio , en sí mismo, no garantiza que los propósitos de la democracia se cumplan. Todo depende del porqué de una elección, de su legislación, del grado de pedagogía y cultura política que se haya preparado previamente y de las condiciones de oportunidad de llegada al elector para explicar, en un tiempo razonablemente prudente, las propuestas de los aspirantes.

Elecciones camufladas como democráticas | Opinión

Hay elecciones de corte autoritario o imperativo, no democráticos – caso Perú en los últimos 20 años, en las que por defectos en la legislación y reiterada oposición de los gobernantes de turno, casi al grado de terquedad, no se han corregido y en otros casos no se han cumplido hasta el grado de impunidad.

La sobredimensionada cantidad de organizaciones políticas inscritas delata esas anormalidades. Ahora en Perú es tan fácil crear e inscribir una organización política, tan igual como actualmente en EEUU es crear una cadena de Iglesias idólatras. El beneficio particular prima sobre la moral y la solidaridad.

Hasta los dueños y accionistas de universidades privadas muy cuestionadas tienen su propio Partido y congresistas. Varios Partidos se han fundado sin objetivos políticos, su razón de ser es convertirse en agentes para vender cupos en las respectivas listas de aspirantes fascinados soberbiamente con la idea de ser autoridades en algo, confiados únicamente en que tienen suficiente poder económico para enfrentar la campaña.

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Ya no interesa si están capacitados para ello ni cuentan con un mínimo de prestigio reconocido. Las elecciones entendidas en esos negativos términos se convierten así en una función de camuflaje hipócrita para revestirlos con un tinte de legitimidad no deseable que el Estado peruano no aprende a combatir ni corregir, por lo menos en estos últimos 20 años.

Si esto persiste, la enfermedad eleccionaria nos seguirá contaminando y la esencia honesta del concepto DEMOCRACIA irreverentemente se hará cada vez más materia de confusión.

En el 2012 el JNE planteó al Congreso una reforma electoral, poco se ha hecho para tratarla seriamente, patrióticamente. Si la esencia democrática de un país, como son las elecciones, es desdibujada desde la cuna del sufragio arguyendo que promueve una sucesión de poder honesto de manera pacífica, ordenada y eficaz, entonces somos producto de unas elecciones que están lejos de ser democráticas y mucho más lejos de ser un país que pueda denominarse democrático.

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Si queremos cambios positivamente sustantivos en el tema a esta fecha ya se hubieran dado para darle un mejor rostro sustancial a las próximas elecciones regionales y generales. Es preocupante que el Congreso le dedique un tiempo considerable en su intento de debilitar al JNE y no así a discutir extensamente una reforma de la actual ley electoral planteada por el JNE en el 2012. Seguramente lo intentarán semanas previas al inicio de estos procesos, pero ya será muy tarde.

Las oportunidades formales de triunfo deben ser iguales para todos los contendientes, de modo que sean sus propios méritos políticos los que decidan el veredicto. Entiendo que es un ideal a alcanzar, pues nunca la equidad es completa. Sin embargo, sí es posible avanzar en elevar el grado de responsabilidad política y legal de los gobernantes y de sus respectivos cordones umbilicales que son las organizaciones políticas.

¿Qué se está haciendo para ello?. Nada en absoluto.

Los procesos electorales están íntimamente vinculados con el sistema de partidos políticos. En sociedades modernas configuran el canal más adecuado para vincular la propuesta política con la participación de amplios sectores de la población, de modo que ésta pueda canalizarse por vías institucionales y, en esa medida, preservar la estabilidad política concertada y el orden social.

Los partidos políticos son entes que se organizan específicamente para conquistar el poder pero en forma sensatamente democrática. Cuando las elecciones cumplen con esta sensatez, podemos hablar de un sistema competitivo de partidos. Si una o más de esas condiciones no se cumplen cabalmente, estamos frente a un sistema no competitivo de partidos, es decir, jugando a la chiripa el destino de las próximas generaciones de peruanos.

Los procesos electorales democráticos cumplen también la función de dirimir la disputa por el poder entre los partidos de manera pacífica. Algunas veces hemos hablado de las condiciones que hacen más probable la conformidad de todos los participantes con el veredicto final, lo que facilita la preservación de la estabilidad para pensar serenamente sobre el mediano y largo plazo.

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Pero, además, las elecciones cumplen una función técnica específica para determinar con precisión cuál de los aspirantes cuenta con más apoyo ciudadano. Un proceso electoral se inicia con la fecha de la convocatoria oficial y culmina el día del sufragio. En Perú es muy corto el entretiempo entre estas dos fechas, generalmente 06 meses.

No debiera ser menor a 01 año y el plazo límite para la inscripción de candidatos no debiera ser menor a 06 meses. Todo esto en razón que hay que tener una campaña anticipada con un panorama razonable de la visión de país, realizar elecciones internas adecuadas, analizar y discutir las propuestas que permitan arribar al sufragio con un voto enterado y consciente y no así como lo hemos venido haciendo en los últimos procesos.

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