La desinformación, las noticias falsas, se han vuelto el pan nuestro de cada día y en la guerra, por razones entendibles, más. Pero tienen una corta duración, o se pierden entre nuevas noticias para olvidar las anteriores o encubrir las actuales. Los soldados ucranianos pelean de manera feroz, avanzan en ofensivas imaginarias, pero pierden Solderar o Bajmut, para nombrar algunas de los últimos avances que afianzan los territorios aceptados como rusos. Las disputas internas entre los oficiales y el presidente ucraniano, por dejar a las tropas en defensa de un lugar perdido, se filtran en algunos medios. La defensa de Bajmut es un certificado de defunción sin sentido.
Suponer que un alto al fuego con estas características dejará un país roto. Como ha venido sucediendo desde diciembre, hay un tenue discurso contra el relato oficial, donde parecía que Occidente tendría que acostumbrarse a una Ucrania dividida en dos. Un este en manos rusas y un potencial laboratorio de ingeniería social en el oeste, donde BlackRock, multinacionales e integrantes de Davos, se embolsen grandes ganancias con la reconstrucción de Ucrania.
Hay muchos escenarios posibles, más allá que hayamos simulado este con bases en los triunfos militares rusos y el ya de por sí poco entusiasmo mostrado para seguir ayudando a Ucrania. Una consulta, realizada hace poco, indica que el 48% de los estadounidenses son partidarios de la entrega de armas, en mayo de 2022 ese porcentaje era del 60%. Lo que también está empezando a ocurrir ahora es que el apoyo de la opinión pública al suministro de armas a Ucrania se está debilitando, en Alemania desde luego. Una encuesta reciente muestra que el 33% de los entrevistados se declara a favor de seguir apoyando militarmente a Ucrania, mientras que el 50% se opone.
¿Qué pasará si la guerra acaba con una resolución que los ucranios y la mayoría de los occidentales consideran insatisfactoria? La mayoría de las guerras no terminan con una victoria clara de uno de los bandos, de hecho, las guerras no tienen ganador. Esta podría ser una de ellas.
Esta es la hipótesis de cómo podría terminar esta guerra. Se trata de un escenario, no de un pronóstico: la guerra de trincheras continuará. Un Occidente aquejado de déficit
de atención acabará por perder la paciencia, ya sea por presión política o porque la distracción la lleve a Taiwán. Lo que sí aumentará será la presión para lograr un acuerdo de paz que garantice a Ucrania la independencia y, quizás, aunque no lo veo viable, una parte de sus territorios. Ucrania no se convertirá en miembro de la OTAN. La Unión Europea ayudará a reconstruir el país y le ofrecerá una relación estrecha, pero sin llegar a la integración plena. Putin seguirá en el poder. No habrá tribunal de crímenes de guerra. Se levantarán las sanciones, pero para entonces Rusia y China habrán formado una alianza estratégica económica y militar.
El académico del American Enterprise Institute, Hal Brands, esbozó un final del juego en Ucrania tal como lo ve la administración Biden. “El objetivo de Washington es una Ucrania militarmente defendible, políticamente independiente y económicamente viable”, escribió. “Esto no incluye necesariamente retomar áreas difíciles, como el este de Donbás o Crimea”. Tal resultado no satisfaría a ninguna de las partes en este conflicto.
Los límites de las capacidades de Occidente no son necesarios para formular políticas receptivas que expliquen la razón fundamental para apoyar la defensa de Ucrania, y que por obvias razones estén relacionados con intereses nacionales tangibles: la reconstrucción y la venta de armas. Si se disimula la pérdida, los negocios pueden ser ilimitados.
Finalmente, la justificación del negocio de 1 billón de dólares es perfecta. Ucrania ha sido destruida por los bombardeos y las armas rusas. Miles de personas han muerto, millones han sido desplazados y/o han huido del país. Su base económica está siendo aniquilada. El PIB cayó un 15% en el primer trimestre de 2022 y un asombroso 37% en el segundo trimestre. Pero el intenso bombardeo por parte de Rusia de la infraestructura energética ucraniana durante el cuarto trimestre ha elevado la tasa de pérdidas aún más al 41% interanual, lo que supone una caída promedio del PIB para 2022 de alrededor del 32%. La producción industrial disminuyó alrededor de un 40% en un año. O sea, Ucrania no puede hacer nada.