Editorial | Jornada
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La designación del señor Yuri Abad Quispe, como prefecto regional, es decir representante del ejecutivo en la región de Ayacucho, en otros tiempos era considerado la primera autoridad, es hoy, nada mas y nada menos, que una pieza decorativa que ocupa uno de los locales emblemáticos de la Plaza Mayor.
Que su importancia se haya reducido a proponer la designación de subprefectos para las provincias y gobernadores para los distritos (algo que debe confundir a más de uno cuando se habla del gobernador, pero así está en la ley), y participar el izamiento del pabellón nacional y estar en los desfiles y celebraciones afines, no significa que a cualquier vecino que pase por el portal Unión lo cojan del brazo y lo inviten a sentarse en el salón prefectural.
En la Ceremonia por el aniversario de Huamanga pasó desapercibido, quien décadas atrás era el encargado de autorizar el izamiento del Pabellón Nacional y el inicio de la ceremonia dominical, y presenciar el paso de las instituciones y organizaciones convocadas para el desfile.
Pero ante el asombro de muchos, y la visible incomodidad del alcalde de la provincia, se hicieron presentes las integrantes de la asociación de vianderas, las mismas que fueron desalojadas del Avenida Mariscal Cáceres y enviadas a la plazoleta María Parado, lejos de las actividades que se realizaban durante la semana Santa.
Cuando se le preguntó al prefecto, justamente sobre la participación de las vianderas en el desfile, el prefecto declaró que no recuerda si se inscribieron o no para participar. Esa respuesta no convence a nadie, y lo más cercano a la verdad es que el prefecto no se dio el tiempo para revisar o leer quienes iban a participar en el desfile y en qué orden.
Porque la respuesta de un prefecto que dice que no recuerda si se registraron, pone en tela de juicio su memoria, necesaria para un cargo de responsabilidad para el gobierno, porque el tiene que dar cuenta de todo lo que sucede a la dirección de Gobierno del Ministerio del Interior.
Y volvemos a la pregunta de este editorial ¿Los pueblos tenemos a los gobernantes que nos merecemos? La respuesta no siempre es afirmativa, pero en el caso peruano parece que si, porque a nadie le interesa quienes son los gobernadores, quienes son los ministros y menos quien es el prefecto.
Es tiempo de recuperar nuestro derecho ciudadano. Y eso parte, por ser selectivos de quienes elegimos y vigilantes de quienes designan para gobernarnos.0
