Ernesto Camassi | Crónica
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Este año 64, es una etapa crucial de mi vida; porque coinciden tres acontecimientos fundamentales vividos que también pertenecen a todos. Estos son: 1ro.- La creación del “trío Ayacucho” el 25 de abril con Carlos Flores León y Carlos Falconí Aramburú; 2do.- Mi participación en “Cooperación Popular Universitaria”. Programa creado en el primer gobierno de Fernando Belaúnde Terry; y 3ro.- Las Olimpiadas Universitarias de Arequipa y mil último año en la Universidad de Huamanga.
“Hay mucha tela que cortar” para otras crónicas, por esa razón, solamente les contaré del segundo; y por qué fue crucial para el Perú.
Ese año, “el infrascrito”, (así firman los curas al final de una partida de bautismo, “el infrascrito párroco de …) yo concluía el 4to. año de Facultad en la UNSCH coincidente con el Primer Gobierno del “Architecto” Belaúnde, autor de Cooperación Popular, que derivó en “Coop. Pop. Universitaria”, programa para los estudiantes de todas las Universidades del Perú, para colaborar con los habitantes de las comunidades campesinas, vivir con ellos, prestarles ayuda tecnológica y mucho más.
El equipo polivalente de voluntarios estaba conformado por alumnos de último año, ingenieros, profesores, odontólogos, médicos, etc. y un coordinador, cuyo cargo recayó en mí.
Para desempeñar acertadamente el cargo, fuimos citados, -los coordinadores- a Lima, con pasajes aéreos y estadía, pagados por el gobierno. Fuimos cientos de coordinadores y miles los voluntarios.
A los coordinadores nos concentraron en La Cantuta para recibir clases de liderazgo, relaciones humanas y otros para convivir por un tiempo de dos meses en las comunidades que habíamos elegido.
Al finalizar el curso de capacitación, la cabeza del Programa, arquitecto Orrego, futuro Alcalde de Lima, clausuró el curso y dispuso que cada coordinador voluntario, escogiera el lugar donde quisiera ir a trabajar.
Ese mes de enero, del mencionado año, este pechito había sufrido la peor frustración sentimental de su vida y había determinado marcharse al lugar más lejano del ser amado. ¿Dónde era ese lugar? PUNO.
Escogí una comunidad de Puno que el pueblo Colla, llama “parcialidad”.
Hacia ella marchamos todos los universitarios que habíamos escogido Puno como destino. Viajamos desde Lima en aviones bimotores de la Fuerza Aérea del Perú, hasta Arequipa; de ahí, a Puno en ferrocarril.
Las poblaciones que orillan el lago, y a partir de la capital Puno, están habitadas por dos etnias totalmente diferentes. La etnia Quechua habita la margen izquierda; y los Collas, mal llamados “aimaras”, (aimara es su idioma), están en la margen derecha, cuyas poblaciones principales son Platería, Ilave, Pomata y Yunguyo.
Vehículos porta-tropas del Ejército Peruano fueron los encargados de distribuirnos a cada grupo de voluntarios, de ocho integrantes a las parcialidades que habíamos escogido. Yo escogí la parcialidad de Queñohuani en la provincia de Yunguyo, frontera con Bolivia.
Ubicados en nuestro destino final, la primera dificultad fue el idioma: felizmente integraba mi grupo un estudiante puneño de la Universidad de Arequipa, que fue nuestro traductor.
El primer gran problema de los campesinos puneños, de aquel tiempo, era su sistema alimentario. Veía que solo comían chuño en todas sus formas. Resultado de ello, desnutrición y caries generalizado. Mi grupo que tenía que compartir sus vivencias, entre ellas sus alimentos, casi nos morimos de hambre. Al tercer día de permanencia con ellos, tuve que disponer evacuar a Yunguyo, capital de la provincia, en busca de alimentos nutritivos.
Nuestra estadía en esa Región coincidió con las fiestas de la Virgen de la Candelaria, que se festeja tanto en Puno y Copacabana, pueblo boliviano; y los Carnavales puneños compartidos con un pueblo eminentemente musical y folklórico. Fue la parte más grata de nuestra estadía.
Casi al comienzo de esta narración, he citado una frase que “insinuaba” una relación con la historia de nuestra Huamanga y el Perú. Aquí les cuento ese vínculo crucial.
Abimael Guzmán Reinoso, “camarada Gonzalo” arequipeño, profesor de Filosofía, contratado por el Rector Efraín Morote Best, llegó a Huamanga el año de 1962. Muy aparte de su trabajo académico, también se puso en contacto con sus pares del Partido Comunista del Perú. La base partidaria de Huanta era la más activa en ese tiempo y la cabeza prominente fue su futuro suegro Carlos la Torre, nuestro condiscípulo de la “Primera Promoción” de la UNSCH.
Ese vínculo partidario derivó también en vínculo sentimental, al relacionarse con Augusta la Torre, hija de Carlos, que culminó con el casamiento de ambos el año de 1964.
Unos decían que era una especie de “Contrato Social”, sin pisca de romance, por la diferencia de edades entre ambos. En fin, eso siempre quedará para la especulación de los amantes de historias truculentas.
Los interesados en la Historia de Latinoamérica recordarán que Bolivia en el siglo pasado, fue un país sumamente inestable, política y económicamente.
Ante esta coyuntura, uno de sus gobernantes, creo que fue Paz Estensoro, disolvió el ejército boliviano para sanear su economía. Las armas de este ejército desactivado, pasó a constituirse en objetos muy deseados por delincuentes y “revolucionarios”.
Por esta razón, el vecino país se convirtió en un campo de contrabandistas, especialidad de puneños y bolivianos, hasta el día de hoy. Si no me creen, pregúntenles a los dueños de “Unicachi” en Lima.
El año de 1964 fecha de nuestra presencia casi en la frontera de ambos países. El contrabando de armas era pan de cada día. Un revólver costaba 10 soles, una ametralladora portátil 20 soles. Ese negocio, contado por mis amigos yunguyeños, duró varios años.
La pareja de recién casados, Abimael y Augusta, habían determinado pasar “su luna de miel” en Bolivia. ¿Qué les parece? Y con un vehículo de la Universidad que yo conocía, un Patrol de color plomo.
A los voluntarios del Programa, el gobierno nos había proporcionado capotes del ejército de los Estados Unidos de la guerra de Corea que ya no usaban. Principalmente para protegernos del frío y las lluvias. Al reconocer el vehículo que venía de la frontera hacia Puno, hice la señal para que se detuvieran. Los ocupantes también ellos creerían que éramos militares, obedecieron y se detuvieron. Mi sorpresa fue grande igual que el de ellos, porque nos conocíamos. Eran Augusta la Torre y Abimael Guzmán.
En ese instante me enteré que se habían casado y estaban en viaje de placer. ¿De Placer en la Bolivia de aquel año?
La curiosidad me hizo mirar el asiento posterior del vehículo ocupado con cargamento misterioso, bien protegido y amarrado con lona.
Abimael, desde aquel año, ya estaba acumulando armamento para su Lucha Armada y el viaje consistía en eso ¡¡comprar ARMAs PARA SUS HUESTES!!
NOTA: El espacio asignado, no me permite ampliar mi nota, ¡en fin…!