Nos legó una historia llena de orgullo para Ayacucho. El año pasado recibió su última condecoración con la Orden al Mérito por Servicios Distinguidos en el grado de Comendador por su esfuerzo, creatividad, talento, conservación y difusión de esta línea artesanal. Ese día, él dijo: “Para mí es un orgullo. Me he dedicado desde los 8 años a trabajar la piedra de Huamanga y seguiré cultivando este arte mientras no me tiemble la mano”.
Hasta el último día de su vida, don Julio Gálvez tuvo una relación estrecha con la piedra de Huamanga. Este trabajo le dio la oportunidad de superar la pobreza en la que vivía.
El maestro Julio Gálvez nació con una habilidad artística extraordinaria, las piedras se volvían dóciles en sus manos y permitían todo tipo de tallado. Ese amor por el alabastro andino comenzó a sus escasos ocho años, tras la muerte de su padre. Su madre quiso que aprendiera un oficio, es así que gracias a ella acudió diariamente donde su vecino Silvestre Quispe, un maestro reconocido en el arte popular. Pasado dos meses, Gálvez no quiso volver. En una entrevista para el Ministerio de Cultura comentó, “mi mamá me preguntó si había pasado algo y le dije que no, que ya sabía trabajar la piedra”. Medio año después, a las 5:00 a.m., su mamá le entregó una piedra de 12 centímetros y le exigió que le demuestre lo que había aprendido.
Julio Gálvez, con los conocimientos adquiridos gracias a su maestro, agarró un cuchillo de cocina de su madre y talló una pieza que vendió por veinte centavos y con eso compró dos panes que compartieron los tres hermanos Gálvez y su madre. Desde entonces nunca se separó de sus piedras y empezó esa aventura que le trajo un sinnúmero de premios y reconocimientos a nivel regional, nacional e internacional como el “Gran Maestro de la Artesanía Peruana”, “Personalidad Meritoria de la Cultura Peruana”, “Comendador de la Orden al Mérito por Servicios Distinguidos”, etc.
Julio Gálvez partió a sus 72 años. En medio de esta crisis sanitaria, él se fue sin recibir un merecido homenaje por la labor que realizó en bien de la cultura y el arte ayacuchano. Dejó un vacío irreparable en sus familiares y también nuestra región se quedó con un artesano menos, uno que dominaba la piedra con gran maestría.
Son pocos los jóvenes que aún se dedican a este oficio. A ellos, el maestro les dejó un mensaje: “a los nuevos que van agarrar esta escultura en piedra que Huamanga les pido que no desmayen, que no se vayan al trabajo comercial, sino que vayan creando trabajos artísticos, eso es nuestra identidad principalmente para los ayacuchanos. Yo no quisiera que desaparezca”.
Tras su partida, el nombre del maestro Julio Gálvez, el hombre que optó por hacer de la piedra de Huamanga, una de sus más grandes pasiones, quedará inmortalizado, su legado perdurará porque fue uno de los más grandes representantes del arte ayacuchano.
DATO: El maestro Julio Gálvez nació el 27 de mayo de 1948 en el anexo de Antapuna, distrito de Vinchos. Dominó la piedra de Huamanga como ninguno, gracias a varios años de investigación pudo recuperar los conocimientos asociados a la policromía usada en la escultura virreinal. El hombre cuyas manos le dieron vida a la piedra de Huamanga partió el día de ayer a los 72 años.