Isaac Bigio | Desde Londres, UK
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Guillermo Bermejo se ha convertido en el primer congresista y candidato presidencial en ser apresado. Se le incrimina de haber estado relacionado con Sendero Luminoso por haber tenido vínculos con los hermanos Quispe Palomino del VRAEM en 2008-2009.
Dicha acusación de por sí denota falsedad. Desde hace más de 30 años el Partido Comunista del Perú – Sendero Luminoso abandonó la “guerra popular” para proponer la amnistía de Fujimori, Montesinos y todos los protagonistas del conflicto interno de los ochentas y noventas y propiciar la unidad y reconciliación nacional.
Los Quispe Palomino rompieron con Abimael Guzmán a fines del siglo pasado y consideran al senderismo como terrorista y genocida demandando la pena de muerte para el “presidente Gonzalo” y todos sus mandos. Nadie puede estar con esos hermanos y con Sendero al mismo tiempo.
El “Militarizado Partido Comunista del Perú” creado en el VRAEM a fines de los noventas reclama marista y pro-Beijing, rechaza toda clase participación electoral o sindical y alianzas con otros partidos. Bermejo no es maoísta, no está vinculado a China (si no al bloque castro-chavista), es cristiano practicante (y no ateo como cualquier sector emergido del senderismo) y es partidario de la vía electoral para llegar al gobierno.
Cuando en 2021 el MPCP decreto la pena capital contra el presidente Pedro Castillo y su premier Guido Bellido, Bermejo llevaba tiempo con Perú Libre.
Nada del comportamiento de Bermejo demuestra influencia del MPCP, menos aún su primer grupo parlamentario que él conformó. Este fue “Perú Democrático” encabezado por el aprista ex-porkista Héctor Valer, a quien Bermejo consiguió que llegase al premierato.
No hay ninguna acusación en sentido de que Bermejo estuvo envuelto en alguna acción armada. Todas son conjeturas sin sentido.
Encima, es la tercera vez que él ha entrado al mismo proceso con base en imputaciones previamente descartadas.
El terruqueo a Bermejo se quiere expandir también a Bellido y a Vladímir Cerrón, cuya estrategia nunca ha sido la guerra popular maoísta sino un caudillismo electoralista salpicado de corrupción.
La inhabilitación de Bermejo como candidato presidencial sigue a las que previamente se ha dado a otros potenciales presidenciales como Castillo, Martín Vizcarra, y Ollanta y Antauro Humala. Mientras que otros candidatos que casi entran al balotaje del 2021 (como Hernando de Soto y Johnny Lescano) han descartado competir en las presidenciales del 2026, Keiko Fujimori anuncia que postulara por cuarta vez.
A ella el Tribunal Konstitucional impuesto por su partido y sus satélites (incluyendo Perú Libre) le ha exhibido del caso cócteles. Las mafias que controlan al Congreso también controlan el TC, la Junta Nacional de Justicia, a la Defensora del Pueblo y al fiscal de la nación que impide que Delia Espinosa reasuma su cargo.
Todos aquellos que si han sido cómplices en el asesinato de decenas de manifestantes y en una tremenda corrupción, siguen quedando impunes en un sistema de persecución legal que solo busca atacar a antiautoritarios.
Lo acontecido con Bermejo echa nuevamente a tierra la falsa teoría de que los caviares dominan el poder judicial y usan este para perseguir a sus oponentes, pues todos los presidenciables que hoy no pueden candidatura han sido considerados, precisamente, de “caviares”.
Aunque Keiko siga sacando de carrera a muchos competidores no hay forma alguna que los peruanos la elijan nueva presidenta en un proceso que no tenga fraudes.
Bermejo debe quedar libre y seguir compitiendo en los comicios del 2026.



