Jean Carlos Shupingahua Zanabria tenía apenas 20 años, pero ya sabía lo que era cargar sobre sus hombros el peso de una familia. Lamentablemente encontró la muerte en extrañas circunstancias dentro de un socavón.
Hace cinco años, dejó su natal Chilca, en Huancayo, con una meta clara: trabajar para que a sus tres hermanos menores no les falte lo que a él sí le escaseaba.
Primero fue Arequipa, donde se empleó en construcción. Luego, la ruta lo llevó hacia las profundidades del sur de Ayacucho, literalmente: una mina informal en el inhóspito sector de Chaipi, distrito de Pullo, provincia de Parinacochas. Allí, entre tierra, oscuridad y promesas de un jornal, halló también su final.
Hace días en sus redes sociales, Jean Carlos compartió lo que parecía una noche de descanso: una fiesta, quizá un momento de tregua entre tantas jornadas de trabajo. Nadie imaginó que esa sería su última publicación.
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Horas después, el joven sería hallado sin vida al fondo de un socavón de más de 100 metros de profundidad. La noticia golpeó como una roca a su familia en Huancayo.
En la casa de los Shupingahua, el silencio fue sepulcral cuando la madre, Nilda Zanabria, recibió la llamada. No era una equivocación. Jean había muerto, y no en cualquier sitio, sino en el mismo socavón donde durante tres años extrajo minerales que, ahora, poco consuelo traen.
Extraño
Según fuentes cercanas, aquella madrugada Jean Carlos se encontraba bebiendo con compañeros de trabajo. En algún momento se alejó para miccionar y nunca volvió. Fue recién al amanecer cuando alguien notó su ausencia. Al buscarlo, lo encontraron sin vida en el fondo del socavón.
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La versión de una caída accidental fue lo primero en circular; no obstante, el caso está plagado de preguntas sin respuesta.
La policía llegó al lugar, pero la lejanía complicó todo. Por recomendación de los efectivos, el cuerpo fue trasladado a Chala, Arequipa, a cuatro horas del lugar del hecho, dado que llegar a Coracora (Ayacucho) demandaba el doble de tiempo. La burocracia, una vez más, cruzó caminos con el dolor.
El hijo que sostenía a tres
En Chilca, el velorio fue un clamor de impotencia. Jean Carlos era más que un minero informal. Era hermano mayor, era hijo responsable, era el único que había asumido el papel de sostén familiar cuando su padre se ausentó de la historia.
Su madre, quebrada, pidió apoyo para repatriar el cuerpo y darle sepultura en la tierra que lo vio partir lleno de sueños.
“Mi hijo solo quería ayudar a sus hermanitos, trabajaba día y noche. No es justo que haya muerto así”, contó entre lágrimas Nilda Zanabria, sentada en una silla de plástico, rodeada de vecinos que se turnan para consolarla.
La muerte de Jean Carlos no es un caso aislado. Es el rostro de miles de jóvenes que migran de la sierra central en busca de trabajo, muchas veces cayendo en circuitos de minería informal, donde no hay seguros, ni cascos, ni derechos laborales. Donde las noches de fiesta pueden acabar en tragedia y los socavones no solo tragan tierra, sino futuros.
Su extraño deceso es materia de investigación por parte de la Policía y Fiscalía, ya que no se descarta que el joven haya sido asesinado producto de una gresca.
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