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miércoles, octubre 1, 2025
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Sin políticas fronterizas | Editorial

El incidente que ha provocado las declaraciones de Gustavo Petro sobre la isla Santa Rosa de Yavarí, donde se encuentra el municipio recientemente creado, desnuda la situación en la que se hallan las fronteras del Perú: abandonadas a su suerte. Es un milagro —por no usar otra palabra— que no se hayan incorporado ya a Ecuador, Colombia, Brasil, Bolivia o Chile.

Santa Rosa es el último poblado peruano en la triple frontera que el país comparte con Colombia y Brasil. Del lado colombiano está la ciudad de Leticia, con una población cercana a los 60 mil habitantes, unida a la ciudad brasileña de Tabatinga, que supera también los 60 mil residentes. Frente a ambas se encuentra la isla de Santa Rosa, con una población que apenas llega a tres mil personas.

La mayoría de sus pobladores envían a sus hijos a instituciones educativas colombianas o brasileñas, y realizan comercio con ambas ciudades. La pertenencia de la isla al Perú es indiscutible, como también lo es el abandono del Estado peruano hacia sus fronteras.

Con Colombia compartimos una extensa frontera que sigue el curso del río Putumayo. A lo largo de toda su extensión no existe, al menos, una pequeña localidad donde el Estado esté realmente presente. En contraste, Colombia cuenta con ciudades como Puerto Asís, con casi 80 mil habitantes, y el puerto Leguízamo, de menor población, pero con suficiente presencia estatal como para controlar todo el transporte fluvial en este importante río.

El abandono no se limita a Santa Rosa ni a las orillas del Putumayo. Hasta hace 50 años, Aguas Verdes era apenas un caserío de Zarumilla, frente a Huaquillas. En 1995, en plena guerra entre Perú y Ecuador, los niños peruanos cruzaban por puentes improvisados con tablones sobre el canal que separa a ambos países para estudiar en escuelas ecuatorianas.

Ecuador ha construido una carretera que conecta varios poblados situados frente a la frontera con el Perú. Diariamente salen vehículos desde Cuenca hacia la cordillera del Cóndor, mientras que muchos peruanos ni siquiera están enterados de la existencia de dicha cordillera.

La extensa frontera con Brasil también se encuentra en el abandono. Antes de la construcción de la carretera binacional Perú-Brasil, Iñapari era una pequeña localidad aislada frente a Assis Brasil, en la triple frontera con Bolivia. Cuando un poblador necesitaba comunicarse con algún familiar, debía cruzar un puente peatonal de madera sobre el río Acre para llamar por teléfono desde territorio brasileño a Puerto Maldonado, Cusco o Lima.

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