Ascencio Canchari | Figuras y aspectos de la vida mundial
[email protected]
Según Rashid Khalidi, para los sionistas el colonialismo estaba de moda en aquella época. “En la década de los 20 o los 30 no había nada vergonzoso en ser un colono. Entendían perfectamente que ellos eran colonos europeos involucrados en la empresa colonizadora. Como muestra, el organismo que estaba comprando montones de tierras se denominaba Agencia Judía de Colonización”. Los sionistas y los británicos sabían desde el principio lo que estaban haciendo: que estaban permitiendo la apropiación sistemática de Palestina por los sionistas a costa de los palestinos.
La jurista palestina Noura Erekat lo explica de otro modo. “El proyecto sionista nunca imaginó a los judíos como parte de Oriente Próximo. Sus fundadores veían Israel como una extensión de Europa y un lugar de asentamiento judío como Estado satélite, pero no como parte de Oriente Próximo desde el punto de vista cultural, étnico, lingüístico o político”. Como siempre, los sionistas jugaron a dos bandas.
¿Por qué mirar atrás? Entonces, ¿Cuáles son las implicaciones prácticas de la mala fe y duplicidad británica hace un siglo? ¿Pueden corregirse los errores británicos? Creo que es importante revisar cada capítulo de esa historia de supresión con dos constataciones”. Una es que el sionismo –desde sus mismos inicios hasta hoy– no ha renunciado a la idea de tener la mayor parte posible de la Palestina histórica con el menor número posible de palestinos.
Incluso el sionismo liberal no es contrario a ese objetivo. Sólo tiene ideas diferentes sobre cómo hacerlo. Así que esa es una constatación. Y por eso tenemos que estudiar esa historia. Y, en segundo lugar, la coalición internacional occidental que permitió el inicio del proyecto sigue proporcionando hoy inmunidad a un Estado que Amnistía Internacional ya ha definido como un “Estado de apartheid”.
Bueno, si no miramos hacia atrás en este y otros aspectos de la historia, podemos ser propensos a creer los mitos y falsedades que han dominado la forma en que la gente ha visto esta parte del mundo. Obviamente, los sionistas prefieren fingir que lo hicieron todo ellos mismos, gracias al trabajo duro y el sudor de los pioneros y su sacrificio. Pero sin el poderío del Imperio Británico, todo esto se habría quedado en nada o habría sido un proceso mucho, mucho más difícil.
“Cien años no es tanto tiempo”, afirma Noura Erekat.
“El hecho de reconocer los 100 años del Mandato de Palestina es colocar ese contexto en primer plano. Coloca la responsabilidad donde corresponde, principalmente a los pies de Gran Bretaña, pero también a los pies de la comunidad internacional, porque la Declaración Balfour se incorporó casi textualmente al Mandato de Palestina en el texto del preámbulo, donde a partir de entonces se convierte en una parte esencial del derecho internacional y, por lo tanto, ya no es sólo una prerrogativa británica, sino que se convierte en una obligación a la que debe adherirse la comunidad internacional”.
En la jerga legal, las obligaciones de la comunidad internacional siguen “vivas”. Según el artículo 80 de la Carta de la ONU, “nada será interpretado en el sentido de que modifique en manera alguna los derechos de cualesquiera Estados o pueblos, o los términos de los instrumentos internacionales vigentes en que sean partes Miembros de los Naciones Unidas”.
En pocas palabras, dice el experto canadiense en derecho Ardi Imseis, la obligación de la comunidad internacional de descolonizar Palestina y liberar a su pueblo, establecida en el artículo 22 del Pacto, no ha caducado. Esa obligación ha sido heredada por la actual ONU. En apoyo de esta opinión, Imseis cita la sentencia del Tribunal Internacional de Justicia de 1971, “Consecuencias jurídicas para los Estados de la presencia continuada de Sudáfrica en Namibia”.
El párrafo 55 de dicha sentencia sobre Namibia afirmaba:
“A la pregunta de si la continuación de un mandato estaba inseparablemente ligada a la existencia de la Sociedad de Naciones, la respuesta debe ser que una institución establecida para el cumplimiento de un fideicomiso sagrado no puede presumirse que caduque antes de la consecución de su propósito”.
¿Cumplirá por fin la comunidad internacional su sagrado deber con el pueblo palestino? No, si los aliados de Israel tienen algo que decir. Estos insisten en que la resolución del “conflicto” debe lograrse mediante la negociación directa entre las “partes”, sin ataduras al derecho internacional.
En línea con esta postura, Estados Unidos, Canadá y Gran Bretaña, entre otros, instan ahora al Tribunal Internacional de Justicia (TIJ) a que no emita una Opinión Consultiva sobre las dimensiones legales de la “prolongada” ocupación israelí de Cisjordania y Jerusalén Oriental (sorprendentemente paralela a la de Sudáfrica en Namibia), como solicitó la Asamblea General de la ONU el pasado diciembre. La participación del TIJ haría más difícil, si no imposible, el “establecimiento de la paz”, argumentan, y el “proceso de paz” es competencia del Consejo de Seguridad de la ONU, no de la Asamblea General.
Cínicos como son, los aliados de Israel saben que eso no es así. Están familiarizados con el Artículo 80. El Tribunal Internacional de Justicia también. Es probable que su fallo, en algún momento de 2025, dé pie a otra ronda de charlatanería en la Asamblea General de la ONU, muchos de cuyos miembros fueron colonias británicas, indignados por la supervivencia del colonialismo británico-israelí, cien años después de su inicio.