En democracia auténtica todas las elecciones son percibidas como el resultado de un permanente proceso de discusión político social, solidariamente concertado. Se regulan mediante una legislación ampliamente difundida y explicada oportunamente a los votantes para definir sus opciones, limitaciones y aspiraciones.
Por algo el JNE siempre pide que acudamos con lo que se denomina Voto Informado y Consciente. ¿Se cumple ese ruego moral? Los resultados electorales nacionales y regionales de los últimos 20 años me inclinan a creer que no viene siendo así.
En el Perú viene primando la emotividad y la desconfianza ciudadana antes que la sensatez, la lógica jurídica y la constitucionalidad vigente. Algo así como un optimismo falso, falaz. Por lo menos en los últimos 15 años.
La función de los procesos electorales como fuente de legitimidad de los gobiernos y autoridades elegidos siempre ha estado presente en nuestro país. Inspiraban una cierta confianza, anhelos, esperanzas de un país más justo y fortalecido. Inspiraban idealismos, teorías políticas. Esta historia política nacional tuvo sus altibajos, pero siempre la fragua política estuvo allí encendida invocando adherencias al grueso del electorado.
Cada vez más esta temática se va volviendo mucho más compleja y en previsión de ello en el 2002 se promulga la ley de gobiernos regionales que obliga a éstos a fortalecer capacidades ciudadanas (entrenamiento para gobernar) y espacios de concertación en sus respectivas jurisdicciones.
Sin embargo, contradictoriamente, los gobernantes de este siglo XXI (en los tres niveles de gobierno) hace caso omiso a ello. ¿Dónde está el imperio de la ley que se supone añoramos cada vez que sufragamos?
Acto inconstitucional de incumplimiento. Cultura de impunidad. La precaria promoción y difusión pedagógica política masiva hacia la ciudadanía electoral por parte de estos gobernantes del siglo XXI ha generado una indiferencia ciudadana mayoritaria sobre la importancia del tema eleccionario y su necesidad en la consolidación democrática y desarrollo integral de nuestro país.
El acto de sufragar en sí mismo no es realmente lo único importante para la vida democrática. Lo fundamental es acostumbrarnos a una práctica permanente de una mirada política reflexiva, serena, solidaria , de activa vigilancia; la comprensión amplia de estos aspectos debiera llevar a ampliar y entender mucho mejor el concepto democracia ; la existencia de instituciones públicas y civiles con prácticas democráticas constantes y perfeccionistas ; la separación de poderes estatales autónomos (Ejecutivo/Legislativo/Judicial) ; la existencia de prensa libre y autónoma con didáctica política; el cumplimiento cabal de un Estado de Derecho y el imperio de la ley.
Estas condiciones y otras constituyen medios previos, anticipados, oportunos y adecuados para cumplir los fines de una democracia política plena cuya finalidad es prevenir, dentro de lo posible en el momento, el abuso del poder por parte de los gobernantes.
La democracia es consciente de que el poder que confiere a sus representantes, vía elecciones, podría ser utilizado por éstos para favorecer sus intereses particulares o grupales soslayando al resto de la sociedad. Muchos están creyendo de que, por el hecho de realizar elecciones políticas permanentes, casi en forma regular, es suficiente para calificar al país como un Estado Democrático.
Eso hasta se lo han planteado a la OCDE para integrarnos a ella. La respuesta fue una elegante y diplomática patada en el trasero que consta en más de cien páginas. Lo que intento decir es que en un país donde la democracia es débil, precaria, cuestionable, las elecciones que organice o realice es imposible que puedan lograr el rango de elecciones democráticas. Jurídicamente podría aceptarse como una consulta popular, un referéndum, etc.
Lo que se quiso hacer creer a la OCDE y a todos los peruanos fue un vulgar camuflaje. La línea política actual de los congresistas, el ejecutivo nacional y regionales, partidos y movimientos políticos, ciertos sectores académicos, de la prensa, y de la ciudadanía evidencian claramente la inexistencia de propósitos de enmienda para corregir estas debilidades y entuertos que traicionan las aspiraciones hacia un país y una nación integralmente desarrollada.
Por allí va mi preocupación sobre las próximas elecciones generales y regionales, aunque falten aproximadamente 30 meses para esos sufragios, pero mucho menor tiempo para escuchar las propuestas y teorías de los aspirantes electorales, algunos ya voceados, entre ellos ciertos prontuariados penalmente.
Es de bárbaros que a la fecha ya existan 24 partidos políticos oficialmente inscritos en el partidor peruano; todo indica que serán algo más de 30.