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jueves, noviembre 30, 2023
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Halloween andino | EDITORIAL

Cientos de niños, acompañados de sus padres, salieron a las calles de Huamanga a celebrar el Halloween, en su versión andina, sin tener en cuenta que esta es una fiesta de invierno en el hemisferio norte y responde a sus tradiciones de brujas, duendes, fantasmas y demonios, propias de su cultura represiva.

Es además una fiesta económica, que como todas las impuestas por el capital, está estrechamente ligada a la sociedad de consumo, de manera que cada año, se cumple con un calendario festivo-comercial, que permite a las empresas obtener utilidades con objetos que van a ser desechados al día siguiente, porque no tienen ningún valor.

En países como El Perú, la difusión del Halloween tiene entre los profesores de las instituciones educativas de educación inicial a los principales difusores de esta perniciosa costumbre, que es una suplantación a la forma como en el mundo andino -que incluye a la costa- existen formas propias de nuestra costumbre para celebrar el Día de Todos los Santos, que es el 1 de noviembre.

No sabemos si en el programa escolar, como fiesta cívica o actividad cultural figura la celebración de Halloween y por tanto se promociona entre las niñas y los niños, menores de 6 años, la fiesta de las brujas, demonios, fantasmas y zombies, los mismos que no saben por qué el 1 de noviembre se regalan panes dulces: las guaguas y caballos.

En la tradición peruana y andina, existen versiones donde se trata el tema de condenados, aparecidos, demonios, brujos -casi no se habla de brujas-, pero no existe una fecha fija para celebrarlos. Y la razón es simple: no hay nada que celebrar.

No tenemos en el imaginario andino una imagen del condenado, como se le representa en los disfraces de Halloween que se ponen niños para “asustar a otros niños” o pedir caramelos. Lo que existe, son condenados que vagan por el mundo, esperando tener una sepultura en tierra bendita, es decir, en un cementerio.

 Vivimos en un mundo donde interactúan las costumbres, y la influencia de economías más fuertes, a través del mercado pueden influir en las costumbres y percepciones de las familias y en especial de los niños, que se harán evidentes en su juventud y adultez.

Pero, que sean las profesoras – y señalamos profesoras- porque en la mayoría de las instituciones educativas de educación inicial la plana docente está formada justamente por profesoras, las que inducen a los niños a vestirse de demonios o a las niñas de brujas, debería ser evaluado por las instancias educativas pertinentes.

Como también existen profesoras que, en lugar de enseñarles a bailar las danzas propias del país, les enseñen a bailar “perreo”, con el aplauso de muchas madres de familia.

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