experimentan un niño palestino, tras el bombardeo de su escuela, y sabe que no verá a muchos de sus compañeros de salón. El niño no sólo observará una escuela en escombros y paredes derruidas, sino sentirá la ausencia honda de sus compañeros de salón. En esta situación las pesadillas son reales, las pesadillas son políticas y geopolíticas. En otras palabras, los fantasmas, zombis y recuerdos trágicos han subido al plano de la realidad para arremeternos. Estos seres del inframundo demandan culpables en el vacío.
Pero también una de estas pesadillas reales que experimentan la humanidad es la actual pandemia, ese virus letal que destroza el cuerpo humano. Y en un momento inesperado la pesadilla se torna real. Es real porque nuestros sentidos lo sienten y experimentan. No es un efecto de la realidad, es literalmente lo real. Esta pesadilla no salía del mundo onírico, salía de las más profundas oscuridades de la realidad humana. Inicialmente era un hormigueo y carraspeo en la garganta, fiebre, dolor de cabeza. Era el inicio de la incubación del virus que mi cuerpo había temido por tanto tiempo ¿Pero por qué debería luchar una batalla que nunca he declarado? ¿Por qué los humanos asumimos y aceptamos este virus como algo ya hecho? Toda la humanidad entera asume pasivamente el virus. Se acepta sus estragos y el deterioro permanente en el cuerpo. En ese sentido, la lucha no tiene dirección, nuestras espadas caen en el vacío. ¿A quién culpar de toda esta situación global? ¿A China, a los yanquis, a la guerra geopolítica y económica entre dos o varias potencias, a los rusos?
En situaciones de desesperanza global, lo que predomina es el temor, el miedo y el pavor. Hemos enseñado a nuestros cuerpos sentir un miedo global que mira al otro como potencial enemigo, el que carga y trae el virus para contagiarnos. Estas pesadillas están en cualquier parte, en la acera, en los restaurants, en los vehículos públicos, en el metro etc. Hoy más que nunca el enemigo se ha diversificado, porque ya no sólo cuenta en sobrevivir en un mundo de salvaje capitalismo, sino también, con la amenaza viral que se le hace al cuerpo.
Este virus ataca el cuerpo, la temperatura sube de forma alarmante, hay sudoraciones excesivas que salen por todos los poros. Estoy empapado, necesito cambiar de polo una y otra vez. El carraspeo en la garganta se torna en sonoros tosidos. Mi pecho no aguanta más, pareciera que mi espalda va a reventar y mis pulmones saltaran por los aires en miles de fragmentos pequeños de sangre. ¿A quién culpar de esta desgracia mundial y de tantas muertes?
Busco culpables, y lo primero que se me ocurre, es que en plena pandemia a primado las ideologías. Tan sólo ver la actitud de Bolsonaro con la población brasileña, y esa reflexión “lógica” del presidente Sagasti en el Perú, donde los pobres y los ricos deben tener acceso a las vacunas de forma “equitativa”. Así “todos se mueren de forma democrática”. En varias naciones y países a primado las ideologías, matando a cientos de miles de personas.
Y mientras tanto, yo como parte de las estadísticas de los infectados me veo envuelto en el mundo del Covid, apareciendo los remedios caseros como kiones, ajos, naranjas, eucaliptos mieles etc. Todos ellos preparados en diferentes brebajes. Con el paso de los días los síntomas empeoraron. Esta situación no era una simple gripe, era un virus que letal que vino a cebarse contigo hasta más no poder. En mi caso había días en que no podía dormir, mis articulaciones me dolían hasta el extremo de ser extremadamente sensibles. Cada día que el virus estaba alojado en mi cuerpo era un martirio, un continuo dolor y sudor perpetuo. La convivencia con el virus era también el mundo del panadol, de la azitromicina, el redoxxon, la ivermectina, el zinc y otros analgésicos. Todos estos medicamentos iban y venían hasta saturar mis lastimados riñones.
Aproximadamente en tres semanas vi la luz. Me acorde de “La Peste” de Albert Camus, me acorde del concepto de solidaridad y de lo contradictorio de la vida, pero si la humanidad se mira entre ellos y no busca culpables del origen de este virus, todo quedará en el vacío. Seguiremos pensando como un círculo vicioso que los culpables son los hombres, más no, otros hombres que se regodean en las esferas del poder.}