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martes, 6 junio, 2023
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Tres inquilinos en Barbadillo | Editorial

Editorial | Jornada
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Con Toledo se aumentó el número de inquilinos en el fundo Barbadillo. Falta saber si este trio se convierte en cuarteto cuando finalice el juicio que se le sigue a Ollanta Humala por las agendas de Nadine, o sólo siga siendo un trio, como “Los Panchos”. Dependerá de la sentencia.

El suicidio de Alan García impidió que se forme un cuarteto. Incluso frustro la posibilidad de tener un quinteto con Alan con su voz tronante y su dominio de la guitarra y un sexteto y casi una banda, si disponen la detención efectiva de Pedro Pablo Kuczynski.

No es motivo de orgullo, sino parte de la tragicomedia que es la política peruana. Una sociedad que es mas que una mascareta, que oculta su vergüenza bajo la alfombra, y encima está un gobierno, al que nadie respeta, que es un adorno, que tiene miedo de salir a la calle, porque la calle tampoco la soporta.

La llegada de Alejandro Toledo a Lima ha tenido la virtud de hacernos recordar la tragedia del país. Pero, la actitud de Toledo, curvado, con la cabeza gacha, con todos sus errores y delitos cometidos, ha llegado a enfrentar a la justicia y ya está en el Fundo Barbadillo compartiendo el alojamiento con otros dos presidentes: Pedro Castillo, quechua igual que el y Alberto Fujimori Fujimori, japonés.

Cuando uno ve esto, aletea la idea de que también en la justicia existe un racismo oculto, pero se hace evidente en determinados momentos. El gringo Kuczynski, está siguiendo el proceso de varios delitos tipificados como corrupción, en libertad. Alán García se suicidó, para que no lo metan a la cárcel, y seguro de haber sido detenido, en dos o tres meses lo ponían en la calle para que siga su juicio en libertad vigilada.

Y la libertad vigilada, en varios momentos ha resultado el mecanismo para salir del país. Keiko Fujimori, a quien se le sigue el proceso del caso lava jato, obtuvo autorización del juez para ausentarse del país y viajar a España.

Toledo, como todo inculpado se ha declarado inocente y que es una maniobra política de sus enemigos. Pero, parece que las evidencias son irrefutables, y esa declaración de inocencia, nos recuerda al grito de Alberto Fujimori: ¡Soy Inocente!

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