peruanos que como yo les cuesta reconocer la calidad de su pluma castellana. Creo que es un sentimiento mezquino y bajo, es una suerte de procranistaciòn andina que lo compartimos todos, nos duele no tener su talento literario. ¿Cómo no deleitarse con los coqueteos, desnudos y movimientos de una mujer rolliza en su “Elogio a la Madrastra”? ¿Cómo no sentirse parte de las peregrinaciones apocalípticas en “La guerra del fin del mundo”? Creo que soy un lector privilegiado de disfrutar de su pulcra narrativa, tan bien armada y organizada. Sepa también que usted, mi querido Mario, está en el otoño de su vida, y en ese tramo del camino, revisa y relee mapas astronómicos, tratados de alquimia y diversas metafísicas para ampliar su imaginación literaria como en sus años mozos cuando escribió “La ciudad y los perros”. Creo, y lo digo con la mayor sinceridad posible de un lector que le sigue religiosamente, que el estar en su laboratorio literario le hace perder perspectiva sobre la realidad, sobre el mundo, sobre nuestro país en común. En el otoño de su vida está asumiéndose como el personaje célebre de Gabo, si, como el viejo Melquiades, el loco alquimista que hace volar la realidad por las cuatro esquinas del globo terráqueo, poniendo a Macondo en vilo, pero usted mi admirado escritor no es Melquiades, y debe darse cuenta quien ha cambiado la realidad es la pandemia, ese virus ha desnudado las profundas falencias del neoliberalismo económico, que, en este caso, sería una versión de la economía liberal que usted tanto profesa desde la vez que se decepciono del socialismo. Aquí no hay magia literaria que lo reponga, pues los muertos son reales como reales son la falta de oxígeno.
La pandemia fue una bomba que ha dejado estragos y ha desnudado el lado inhumano del modelo económico. Lo peor es que en pleno contagio y muerte el modelo económico se cebó con la gente, le saco hasta el último centavo. La libre concurrencia de la oferta y la demanda eran vampiros que succionaban las economías domésticas (sino lo sabe, las mascarillas y el alcohol estaban por las nubes). Ya nos advertía la periodista Naomi Klein en su “Doctrina del Shock”, que el modelo neoliberal en situaciones de desastres aprovecha como carroñero para presionar al estado y hacer las reformas “convenientes” como las privatizaciones y la exoneración de impuestos, para que una casta económica obtenga pingües ganancias en medio del shock psicológico colectivo de la gente afectada por este desastre virológico.
Todas estas reflexiones de Naomi Klein me traen a colación sus memorias escritas tras la derrota sufrida con el fujimorismo allá en la década de los 90. Su “Pez en el agua” me permitió observar lo importante de la libertad en el ser humano. Explicaba que sólo en un escenario de libertad el ser humano se desarrolla y encuentra plenitud en sus aspiraciones personales. Leía y encontraba sentido, sus reflexiones eran acorde con los planteamientos de Adam Smith, pues el libre mercado debe tener como objetivo la búsqueda de la felicidad material de los individuos. Y sin embargo, en tiempos de pandemia toda esta ideología económica se ha caído como castillo de naipes. Los neoliberales en complicidad con el estado normaban leyes para beneficiarse de este desastre pandémico. Así, el virus nos encontró con una sanidad desecha, donde lo humano no valía nada. No es que nunca estábamos preparados para la pandemia, sino que nunca le dimos importancia a una sanidad humana. Ahora usted mi querido Mario deja de lado es liberalismo político expresado en la libre expresión, en la defensa de los derechos humanos y la democracia. Ahora para usted son conceptos vacíos olvidados en su memoria reciente. En esencia, usted ha despreciado el liberalismo político, y como un mercader judío sin espíritu alguno le importa más sus clientes y compradores, le importa más el modelo económico. Ha optado casi de manera doctrinaria por el macartismo y el utilitarismo económico. Usted es como Fausto, que seducido por la belleza material deja que su espíritu caiga al más profundo abismo. En el otoño de su vida, cual senecto coronel alza victoriosamente la bandera del liberalismo económico en medio de la batalla humeante. Usted avizora desde el promontorio cómo se le va la vida a la democracia peruana, a la libertad de pensamiento, a las mujeres forzosamente esterilizadas y todo lo que implique ese liberalismo político que alguna vez defendió.