Las urbes y los países son catalogados en gran medida de que sus ciudadanos cumplan las normas, por más elementales, como las de respetar las normas de tránsito.
Siempre decimos que Ayacucho es una ciudad de caos en el tránsito, pero los primeros en quejarse, son los que no respetan las normas de tránsito.
En Ayacucho hay zonas donde está prohibido el estacionamiento de vehículos. Hay una franja amarilla en la vereda, que cualquier conductor sabe que ahí no puede estacionar su vehículo, pero es letra muerta para el “vivo”, el “sapo”, “el mosca”.
Esto tiene que terminar. Los inspectores de la municipalidad y la grúa, no pueden sancionar a los conductores infractores ni llevar el vehículo al depósito, al extremo de que un propietario de un vehículo que estaba estacionado, retiró las cadenas que ya había colocado el encargado de la grúa, que estaba acompañado de inspectores de tránsito, y encima los insultó.
No pueden los inspectores de tránsito cumplir con su trabajo sin la presencia de un policía de tránsito para que ponga la multa a los infractores, y tenga la autoridad para que los vehículos estacionados sean llevados por la grúa.
Sin medidas drásticas no se va poder orden en el transporte y el tránsito de la ciudad. La gran cantidad de motos lineales y de mototaxis, se ha incrementado porque que resulta más practico para evitar los embotellamientos, que son cada vez mas frecuentes.
Por ello, esto tiene que estar acompañado por un comportamiento ético de los funcionarios, en todos los niveles, tanto en la municipalidad como en la policía, para que se recupere el principio de autoridad, venida a menos por las coimas que se convirtieron casi en una “forma normal”, de parte de quienes estaban encargados de controlar el tránsito y la seguridad de peatones, pasajeros y por supuesto, conductores.
Hay un refrán castellano, que indica que no hay ciudades sucias sino pobladores sucios. Parodiando, podríamos decir que no hay ciudades con el tránsito caótico, sino tenemos conductores y peatones que no respetan las señales de tránsito ni las reglas de tránsito.
Aparte del estacionamiento en zonas prohibidas, los conductores de los minibuses no sólo no cumplen con las normas de tránsito, sino que maltratan a los pasajeros, arrancando bruscamente el vehículo, y han ocasionado accidentes en personas de la tercera edad o niños.
Tenemos derecho a vivir en una mejor ciudad. Esto no es un problema sólo de las autoridades, es un problema propio de los ciudadanos.