distribución de las vacunas a nivel mundial es inequitativa, es jerarquizada y condena a los países periféricos y pobres a la muerte segura de sus habitantes.
Las vacunas y su distribución reflejan lo desigual que es el mundo. La priorización y venta de vacuna depende mucho en qué posición del planeta se ubican las naciones y países. En otras palabras, dependen si es del primer, segundo o tercer mundo. Hoy más que nunca no ser parte del primer mundo te obliga estar en la cola de espera para la distribución de vacunas, y mientras tanto, los candidatos de sus respectivos países hacen promesas irreales a sus conciudadanos. Se les promete la vacunación total a sus compatriotas como parte de las promesas políticas. En otras palabras, la pandemia va de la mano con el populismo. Un ejemplo claro, son los países que en estos momentos están en elecciones para elegir autoridades como el caso de Ecuador y Perú, donde el populismo y la pandemia se ceban de promesas hacia la población votante. Esa promesa ilusiona, nos llena de fantasías y fe, además: ¿Qué cosa más importante que estar bien de salud?
Acá hay un problema complejo, y ese problema, tiene que ver mucho de cómo el capitalismo a distribuido el espacio, el territorio, las naciones y países en función al ingreso per cápita de sus habitantes en cada país del planeta. Es decir, el sistema económico actual prioriza los mercados más importantes y los niveles alto de consumo de países del primer mundo.
Aquí lo que importa no es la vida humana, sino la priorización de los mercados más importantes, por eso, China sigue acelerando su economía, porque su estancamiento implicaría que el sistema corriese peligro. Este enfoque sobre la pandemia, es una mirada utilitarista y egoísta que puede conllevar a genocidios de naciones enteras, millones de muertes nunca antes visto en la historia de la humanidad. En este caso los genocidios serían cometidos por una pequeña élite, vinculada al poder y al comercio global.