Mario Zenitagoya | Otra Mirada
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En los tiempos actuales el negacionismo procura estar a firme paso, sus seguidores eligen negar la realidad para evadir una verdad incómoda.
De acuerdo al autor Paul O’Shea, “es el rechazo a aceptar una realidad empíricamente verificable”.
Actitud que consiste en la negación de determinadas realidades y hechos históricos o naturales relevantes, como la violación de los derechos humanos.
Ante el informe de la CIDH sobre los hechos de violaciones a los derechos humanos ocurridos durante las movilizaciones en diferentes regiones como Ayacucho contra el gobierno actual representada por Dina Boluarte.
Las reacciones de los “demócratas”, principalmente un sector de los Congresistas de la República y afines al Ejecutivo fue de críticas a una investigación hecha por una delegación del CIDH que vino al país a indagar sobre los hechos acontecidos. Recogieron los testimonios no las inventaron o se basaron en supuestos.
Hay una descalificación del gobierno peruano al Informe de la CIDH sobre lo ocurrido en el país entre el 2022 y 2023. ¿Tomará en cuenta las recomendaciones?
Tomo como referencia este Informe que se esperaba y cuando menciono que la historia cuenta la verdad, señaló como ejemplo algunos aspectos. A toda una generación de peruanos le contaron la historia al revés. La mayoría de jóvenes peruanos ignoran los que sucedió entre 1980-2000, época donde Sendereo Luminoso, con su pensamiento “Gonzalo”, se ensañó con los más pobres y vulnerables, sumándose a ello la respuesta del Estado cuyos agentes cometieron actos violatorios a los derechos humanos como respuesta de “defensa” de la democracia. Están los testimonios de niñas frente a sus madres, y madres frente a sus hijos. Se asesinaron a líderes populares y después de todo esto aparecen quienes impulsan “la amnistía general”, como si la muerte de miles de compatriotas fuera tan poca cosa y cuando aún el proceso de judicialización para investigar casos violatorios y sancionar a los responsables, se encuentra en un proceso de dilación, tan igual como las exhumaciones y la ubicación de miles de desaparecidos.
La juventud tiene que conocer la verdadera historia. Esa historia que no se les contó ni se les desea contar en las universidades menos en los colegios. Y silenciando la realidad y la verdad se dejó el campo abierto a quienes nuevamente tergiversan la historia real de los hechos violencia de jóvenes que no tienen idea de lo sufrido por sus padres y hermanos mayores.
Pero también hay una responsabilidad moral de los progenitores que deben y deberían dialogar con la familia, los hijos sobre lo que sucedió y no evadir o hacer ver otra realidad, bajo el argumento que “los tiempos han cambiado” o emular el papel de los actores de la película “La vida es bella”.
Se dice que los medios de comunicación tienen una obligación moral con la población, el contar la verdad de estos sucesos, solo un sector lo recuerda y la mayoría con la mirada del “negocio”.
Albert Camus, señalaba en algún momento” no basta tener los medios para expresarnos, es necesario hacer de ellos un bastión para la edificación moral de una sociedad”.
Para el historiador Antonio Zapata, “se vive una inmediatez, que la gente hoy en día no interioriza el pasado. Es como si la vida empezara hoy. No hay una nación ´poderosa que haya salido adelante en la historia universal que no tenga memoria histórica, que no le dedique especial atención al tema de construir su propia identidad, de recordar y narrar una historia que hegemonice la versión que la población tiene de su propio pasado”.
Tenemos capacidad de poder hacer el ejercicio de la ¿memoria histórica? o nos alineamos a la fila de los negacionistas.