Actualmente, la cuestión desde mi punto de vista no se encuentra en la interrogante sobre si la inteligencia artificial puede tener derechos de autor sobre sus creaciones, sino la imposibilidad de distinguir quien es el autor de la obra, entre la inteligencia artificial, la compañía que la creo y el usuario que le da algunas instrucciones.
Se dice que un usuario promedio puede utilizar ChatGPT y dándole unas instrucciones generales, pedirle a la inteligencia artificial que elabore una novela, un discurso, un cuento o una ponencia, entre otros, del cual se podría atribuir su autoría, desde luego sin serlo.
En esas circunstancias como podríamos determinar la verdadera autoría de la obra, cuando una persona utiliza la creación de la inteligencia artificial para exigir derechos de autor y obtener beneficios morales y patrimoniales por ello.
En la literatura sabemos que una obra no se hace de la nada, y que no es resultado pleno de la imaginación del autor, sino que en ella queda entremezclada lo que la psicología conoce como la impronta personal del autor.
Que según el Diccionario de la RAE es sinónimo de estampar, y se define como “Marca o huella que, en el orden moral, deja una cosa en otra”, es decir aquellos elementos distintivos que una persona deja en su obra.
Por tanto ¿Cómo la inteligencia artificial o la persona que se hace pasar como autor de la obra creada por ella, podría demostrar su impronta sobre la creación?.
Aquí los verbos también son cuestionables, cuando hablamos sobre inteligencia artificial podemos llamar creación al resultado o producto que elabora, o es una recopilación a partir de su acceso a la big data con cierto grado de análisis, orden y sentido que aporta sus algoritmos, que no están exceptos de cometer infracciones a los derechos de autor de terceros como evidencia las demandas de artistas contra IA Stable Diffusion.
Entonces volvemos a la premisa inicial, sobre si el derecho de autor esta herido de muerte a partir de tecnologías de inteligencia artificial como ChatGPT.
La respuesta más sensata podría ser, si renunciamos a toda ética como parece haber hecho este mundo y reivindicamos cualquier creación de la IA como nuestra, se pone en peligro el incentivo del autor.
¿Porque escribir un obra, con esfuerzo, tiempo y talento?, si me puedo valer de la tecnología para hacerlo.
Creo por tanto, que en ese estado de cosas el Derecho de autor, debería reaccionar utilizando la impronta como mecanismo de comprobación de la autoría de la obra, el problema de ello, es que la impronta personal se encuentra en el mundo de la subjetividad y es difícil identificarlo.
Sin embargo, así como utilizamos la tecnología hoy en día mediante los mal llamados software anti plagios para detectar similitudes, podríamos administrar un test a partir de cada obra, donde cada autor cuestionado responda a un cuestionario determinado donde se busque medir el nivel de su impronta en la obra.