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jueves, abril 18, 2024
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Utopía y biopolítica del terrorismo

terruqueo es efectivo cuando la población sabe muy bien que toda esta política discursiva del miedo y el terror están financiado por grupos de poder? ¿Por qué la gente que recibe un sueldo irrisoriamente básico apuesta por seducirse por el terruqueo? ¿Qué hace que la gente sienta temor al cambio y acepte sin más el miedo? Son preguntas muy generales, pero que deben llevarnos a reflexionar para darnos algunas respuestas aproximadas de lo que estamos viviendo en el Perú.

Trump, el presidente de EE. UU, utilizó el fantasma del socialismo para pretender continuar en la Casa Blanca, pero fue derrotado por Biden en unas elecciones muy estrechas, reñidas, llenas de racismo y odio. Iván Duque en Colombia terruqueba a diestra y siniestra a Petro y obtuvo la victoria en Colombia apelando al miedo y al terrorismo. Ayuso, la candidata del partido popular en España, alarmaba en plena campaña los peligros del chavismo para después arrasar en la comunidad autónoma de Madrid y obtener la presidencia. Todos estos casos tienen algo en común, que la creación del fantasma del socialismo, del “terruqueo”, del “chavismo” y el “comunismo” utilizan la violencia, el culto a la muerte y muchos elementos fascistas. Este discurso fascista va más allá, pretende reescribir la historia peruana, pues a Sendero Luminoso se le pretende adjudicar como un escenario de terrorismo y no como una guerra interna, donde se hizo prácticas de terrorismo entre uno y otro bando. Un conflicto que reflejaba las disparidades sociales y que surgió en la región más mísera de los andes durante la década de los 80.

El discurso del terruqueo está estrechamente ligado a la idea de sobrevivencia, en otras palabras, la gente de a pie protege los pocos soles que gana, defiende el modelo económico y mira al socialismo y el chavismo como el enemigo de su economía doméstica. Pero la gente sabe que esto es un auto engaño, tienen la certeza que la percepción acerca de la realidad se falsea de manera voluntaria. Cuando esto ocurre nos volvemos insensibles ante el necesitado, nos importa poco la desnutrición, nos importa una mierda las protestas, las huelgas y todo lo que implique demandas de derechos. Se borra de manera intencional la verdad y asumen que sobrevivir es más importante que la moral y que los principios que guían de vivir en democracia.

Este falseamiento intencionado de la percepción a bipolarizado el autoengaño. El falseamiento asume que es la lucha entre el “terrorismo” y la “democracia”, pero esta situación es un cinismo psicológico, más aún este cinismo se torna moralmente aceptable cuando los integrantes familiares dependen del sueldo que se percibe. En otras palabras, cuando un asalariado entra a su hogar reafirma su cinismo psicológico debido a las necesidades económicas que allí encuentra, pero detrás de ese discurso del miedo y el terror, la bipolaridad real es entre poblaciones históricamente excluidas y grupos de poder económico. Los primeros ven a Castillo como la esperanza utópica de poblaciones que esperan ser reivindicadas, incluso pasan por alto la falta de preparación del candidato, pero también saben que la educación es un arma que permite visibilizarlos como sujetos. Es la esperanza utópica que se espera con paciencia de manera intermitente, de allí que tienen un núcleo duro de votantes, difícil de ser manipulables.

El neoliberalismo se nos ha hecho biopolitico, se nos ha hecho carne y necesidad. Dependemos de ella y no podemos zafarnos, porque sugiere morir de inanición. Nuestras necesidades económicas luchan contra esa esperanza utópica. Algunos lo tienen más presente y otros optan por el cinismo psicológico. Así en esta coyuntura política, el teatro de la historia pone como espectadores a la moral, a la oligarquía, a los grupos de poder económico y la prensa. Todos aplaudiendo y coreando a su candidato preferido, pero también, muy al fondo, casi invisibilizados por un ambiente teatral enrarecido y negruzco, aquellos sujetos fantasmales y amorfos que corean voces de un pasado muy lejano y que mantienen su esperanza en esa utopía peruana tantas veces negada.

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